lunes, 11 de febrero de 2013
sábado, 2 de febrero de 2013
viernes, 1 de febrero de 2013
jueves, 31 de enero de 2013
getafenbici: Proyecto bicisur: Plano colaborativo de vias tranq...
getafenbici: Proyecto bicisur: Plano colaborativo de vias tranq...: Colaboración de getafenbici con EnBiciporMadrid en el plano colaborativo de la zona sur. Proyecto bicisur: Fase 1. Plano colaborativo d...
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miércoles, 23 de enero de 2013
getafenbici: GetafeVoz: La bicicleta a debate
getafenbici: GetafeVoz: La bicicleta a debate: En GetafeVoz queremos realizar una tertulia hablando del uso de la Bicicleta en nuestro municipio el próximo 25 de Enero a las 19h en nu...
viernes, 18 de enero de 2013
martes, 25 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
getafenbici: LAS BICIS Y EL PMUS EN GETAFE
getafenbici: LAS BICIS Y EL PMUS EN GETAFE: El PMUSG (Plan de Movilidad Urbana Sostenible de Getafe), elaborado en 2007, es un extenso documento donde se intenta analizar la situació...
getafenbici: LAS BICIS Y EL PMUS EN GETAFE
getafenbici: LAS BICIS Y EL PMUS EN GETAFE: El PMUSG (Plan de Movilidad Urbana Sostenible de Getafe), elaborado en 2007, es un extenso documento donde se intenta analizar la situació...
viernes, 14 de diciembre de 2012
¿Porqué la gente no vota?
La sonda ha descubierto este pensamiento de un señor comiendo castañas en un banco.....
Y.... ¿Porqué la gente no vota?
¿Y porqué se habla de la unión la izquierda como como si fuese un problemilla de celos entre amiguetes?
En el verano antes del 20N, decidí afiliarme y participar en un nuevo partido, todo el mundo dice que de izquierdas, no lo tengo muy claro.
Porqué digo esto? Pues por experiencias vividas este último año con otras formaciones que se dicen de izquierdas.
Puede sonar incoherente pero he descubierto mucho facha de izquierdas, mucho intolerante de izquierdas, mucho racista, xenófobo, machista, ladrón y de todo que se le supone a la derecha. ¿Entonces porqué son de izquierdas? Yo creo por tan algo circunstancial como haber vivido como trabajadores de clase media y baja, sin plantearse una ideología simplemente se apoyan en una eterna lucha de clases y de trabajadores contra patronos.
Pero vamos, de izquierdas, de izquierdas, sólo tienen el zapato izquierdo.
Te hablan que hay que repartir la riqueza, de sanidad universal, de educación de alquileres sociales y qué se quedan tan anchos como si hubiesen echo algo.
Toma ya! Pero si no has hecho nada, soltar el discursito a los de siempre y punto.
¿Porqué no hay unión en la izquierda? Sencillamente porque no existe, es un invento para captar dar esperanzas de una vida mejor a los más desfavorecidos y hacerles sentir que tienen el poder de cambiar su destino.
Pero claro tampoco existe la derecha y además casi por las mismas razones.
Hay muchos partidos de izquierdas en teoría con un objetivo común, pero inalcanzable porque quieren jugar al monopoly con las reglas del parchís y claro, al final pierden, no se ha molestado en averiguar cuales son las reglas del juego, ellos se empeñan en jugar a su manera, lo malo es cuando algunos se ponen a jugar con las reglas del juego y ganan, entonces deciden en hacer una "mezcla" de las reglas que le guste a todos, pero es imposible alguien necesariamente tiene que perder, así es el juego, de otra manera lo más sencillo sería no jugar, pero el problema es que para poder cambiar la situación tienes que ganar por lo menos una partida y ofrecer otro juego que sea suficientemente atractivo para todos los jugadores y donde no hubiese ni ganadores ni perdedores.
Donde esta el problema? Que unos quieren jugar al monopoly porque se les da muy bien y lo dominan y los otros al parchís aunque no tienen ni idea de como es porque nunca han jugado.
Así que yo creo que la gente no vota porque hagan lo que hagan van a perder y el juego les aburre.
Donde creo que esta la solución, pues en ofrecer un juego nuevo donde todos jueguen y todos ganen.
Ahora tiene que haber un grupo que lo cree y lo proponga, casi ná.
DANI
sábado, 8 de diciembre de 2012
Ecología Política.
De
ciudadan@ a ciudadan@.
Ecología Política.
Soy un
ciudadano de Getafe, un ciudadano medio, de sueldo medio, de estudios medios,
de altura media y con una inteligencia media creo.
Desde hace
poco más de un año me afilié a un partido político, concretamente EQUO, un
partido nuevo y ecologista.
Te
preguntarás que motiva a un ciudadano medio a meterse en política, visto el
panorama actual lo primero que pasará por tu mente es que este es otro
sinvergüenza que busca dar el pelotazo, conseguir un cargo para medrar y
forrarse.
A lo
mejor te puede descuadrar eso del
ecologismo, no parece que sea nada serio, más parece cosa de neo-hippies,
abraza-árboles, vegetarianos, personas
que anteponen la conservación de la naturaleza y los animales por encima de
todo, dudas que sepan nada de economía o gestión pública.
Pero no te
extraña que tenga apoyos ya que actualmente muchas personas no se sienten
identificados con la estética de la derecha y la izquierda tradicionales y
buscan partidos sin definición donde sentirse cómodo, participar pero sin
consecuencias.
Si llegas a
estas conclusiones no te culpo, no deja ser parte de la realidad, ahora me
gustaría contarte mis verdaderos motivos.
El primero y
fundamental, tengo una necesidad vital que todas las personas de mi alrededor
sean felices y cuando hablo todas me refiero a los seis mil millones que
compartimos este planeta, vale , supongo que una tímida sonrisa asoma en tu
cara y piensas este tío es de una secta o se ha fumado una plantación de
marihuana, pues ni una ni otra, para eso está la Declaración Universal de los Derechos Humanos y del niño de
1948 y 1959 respectivamente, la mayoría de los países del mundo las firmaron y
se comprometieron a su cumplimiento por lo que esta necesidad es una necesidad
vital para la mayoría de los seres humanos.
Si coges
estos derechos y los conviertes en objetivos ya tienes una base ideológica.
El segundo
motivo es que los humanos necesitamos un Medio Ambiente adecuado donde poder
disfrutar de esos derechos, pero... ¿Qué es el Medio Ambiente?.
Supongo que
lo primero que te viene a esta cabeza al oír estas dos palabras son verdes
praderas , conejitos retozando y unos niños jugando con una cometa en una
eterna primavera, escena con el que no te ves identificado porque muy poca gente
vive así, de hecho dudo que exista un lugar así, por lo que es fácil que te
importe un pepino.
Hay muchas
definiciones de Medio Ambiente, la que más me gusta dice: Es el conjunto de
factores físicos, biológicos, culturales, sociales, económicos y sus interrelaciones
que condicionan el desarrollo de los individuos.
Resumiendo, mis objetivos ideológicos pretenden conseguir
que se cumplan los derechos humanos en un Medio Ambiente idóneo.
Vale, suena
a demagogia barata que puede aparecer en el discurso de cualquier partido
político, pero una cosa son los discursos y otra, los hechos, yo no me guío por
lo que me cuentan si no por los resultados y éstos me dicen que hay niños que mueren de
hambre, por actos violentos y son explotados, a un adulto le podrás culpar de
parte de sus desgracia, pero...¿a un niño? El lugar donde naces es
circunstancial, no lo eliges, porqué los dirigentes mundiales miran para otro
lado, porqué mantener el sistema económico es más importante que la vida de un
niño, lo siento, pero las ideologías, los sistemas políticos, económicos han
fracasado. Sólo apoyaré una ideología que su objetivo principal busque que no
haya ni un sólo niño en el mundo que sufra hambre, frío, guerras,
violencia...en definitiva que no sea feliz.
Por todo
esto apoyo la ecología política, por esto estoy en EQUO.
Dani un
ciudadano medio.
1968, nucleares y otros mitos fundacionales del ecologismo
1968, nucleares y otros mitos fundacionales del ecologismo
In ecología política on 3 diciembre 2012 at 10:10
Publicado en la revista Cuides, nº9, octubre 2012 (1). Este es el segundo artículo de ocho en la serie “¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI”.
En la lucha ecologista, el año 1968 marca un punto de inflexión, un punto crítico. En diferentes partes del planeta, las revueltas juveniles se componen de una masa heterogénea de perfiles sociológicos donde conviven pacifistas, feministas, artistas, libertarios, medioambientalistas o autogestionarios en contra de la cultura del progreso ilimitado, consumista, jerárquico y patriarcal. En el abanico de los movimientos por la autonomía destacan también los militantes que redescubren el mundo rural, que vinculan los términos ecología y comunidad e inician un retorno a la tierra con prácticas y técnicas alternativas. Esta «revolución mundial de 1968», en la línea del concepto acunado por Wallerstein, marca una ruptura profunda con los movimientos de la izquierda tradicional y la aparición de nuevas aspiraciones transformadoras. Mientras surge la represión, especialmente sangrienta en México o Praga, el movimiento obrero —principalmente masculino y de funcionamiento vertical— desconoce en un primer momento estas revueltas hacia la emancipación para luego sumarse a las protestas una vez iniciadas las huelgas en las fábricas. Por ello, Gorz explica que el socialismo no tendrá mejores resultados que el capitalismo si no favorece al mismo tiempo la autonomía de las comunidades y de las personas: «La expansión de esta autonomía está en el centro de la exigencia ecologista. Supone una subversión de la relación de los individuos con sus herramientas, con su consumo, con su cuerpo, con la naturaleza» (1982). Por su parte, Iván Illich escribía en términos parecidos: «El socialismo (…) no puede venir a pie, ni puede venir en coche, sino solamente a velocidad de bicicleta» (2006).(2)
Según Daniel Cohn-Bendit, ayer líder del mayo de 1968 y hoy cabeza visible del movimiento verde europeo, la revolución de 1968 no se puede definir como un movimiento ecologista sino que porta las semillas y valores que posibilitarán el futuro crecimiento del ecologismo. Siguiendo este análisis, la ecología política surge como la «prolongación de las ideas de 1968» (Gorz, 2008a: 93) y constituye uno de los principales recipientes de «la revolución de las conciencias políticas, del cuestionamiento existencial» de esta época (Cohn-Bendit, 2008). Este cuestionamiento existencial nos recuerda, a través de lemas como «¡No trabajéis nunca!» o «Vivir sin tiempo muerto, gozar sin trabas», la importancia del disfrute y del placer frente a sociedades conservadoras y ahogadas en el trabajo-empleo alienante.(3) De la misma manera, siguiendo los pasos de Keynes, que pensaba que el arte y la cultura debían primar in fine, Georgescu-Roegen plasma que «el verdadero producto del proceso [económico] es un flujo inmaterial: el placer de la vida» (1996), mientras que Cohn-Bendit teoriza el cambio político a través del «placer de participar en un momento histórico pero crucial» (2000: 60).
Así, 1968 marca uno de los mitos fundacionales de la ecología política, condición sine qua non de la construcción del imaginario colectivo ecologista. Este imaginario se plasma por ejemplo en varios documentos fundadores de la rama política del movimiento ecologista. Por ejemplo, Los Verdes mundiales insisten en la necesidad de hacer partido «con amistad, optimismo y buen humor, sin olvidarnos nosotros mismos de disfrutar en el proceso» (Carta de Camberra, 2001: punto 10.11). Mientras tanto, en los principios directores, el Partido Verde europeo establece sus orígenes en la suma heterogénea de movimientos medioambientalistas y antinucleares, de los activistas no violentos, feministas, a favor de los derechos humanos, del ámbito Norte-Sur y de la lucha contra la pobreza (European Greens, 2006).
Después de 1968, la conciencia ecológica se reforzará aún más a través de varios acontecimientos que entrarán a formar parte de lo que podríamos denominar la mitología ecologista. Además de una serie de catástrofes ecológicas difundidas por los nuevos medios de comunicación de masas como la televisión (4) y tras los choques petroleros de octubre de 1973 y 1979, el hundimiento en 1985 por los servicios secretos franceses del barco de Greenpeace, el Rainbow Warrior, conmociona fuertemente al mundo, y al ecologista en particular. Este atentado perpetrado por un Estado para evitar que se llevaran a cabo protestas en contra de las pruebas nucleares en el atolón de Mururoa (océano Pacífico) pone de relieve, además de la impunidad de los criminales, la falta total de democracia y transparencia en la imposición tecnocrática de la energía nuclear tanto civil como militar. Apenas un año más tarde, en abril de 1986, ocurre la catástrofe de Chernóbil, que marca también profundamente las mentes y refuerza aún más el imaginario colectivo ecologista, al evidenciar la globalización y la ausencia de fronteras para los problemas ecológicos y sus repercusiones sociales. Más que nunca la lucha contra la energía nuclear, que comenzó en los años setenta, aparece como un estímulo continuo para el movimiento verde y se posiciona en el centro de sus reivindicaciones e historial activista. La catástrofe nuclear de Fukushima en mayo del 2011 ha reforzado aún más la importancia estratégica de la energía nuclear en la reflexión y acción ecologista, puesto que además confirma que ningún país, por muy disciplinado y moderno que sea, puede escapar al riesgo de accidente (Marcellesi, 2011a). Tal y como lo resume Joaquín Fernández:
“Ninguna otra ha conseguido rechazos tan unánimes y contribuido tan decisivamente a la identidad ideológica y a la cohesión organizativa del ecologismo español, cuya historia es, en buena parte, la historia de la protesta nuclear. (1999: 99)” (5)
Percibida como ejemplo del carácter transnacional de la crisis ecológica, como generadora de inseguridad y de una sociedad autoritaria basada en un progreso tecnológico ciego, la lucha contra la energía nuclear se ha mantenido hasta la fecha como factor de identificación y señal de identidad de la ecología política. En su estudio de más de cincuenta programas de partidos verdes en el mundo, Garton resalta que el «no a la energía nuclear» es una constante prioritaria —consenso único en el panorama político europeo y mundial— y que «ningún programa [verde] ni siquiera insinúa de manera encubierta que la energía nuclear podría ser aceptable como un reemplazo para los combustibles fósiles» (2008: 109).
Continuará con la próxima entrega: “¿Cómo definir la crisis ecológica actual?”
Entrega anterior: la génesis ecologista: de la estética a la supervivencia.
Notas:
(1) Se basa en una adaptación y actualización de la publicación Marcellesi, F. (2008):Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, Bilbao, Bakeaz (Cuadernos Bakeaz, 85).
(2) En su último libro publicado en mayo del 2012 (Catarata), Jorge Riechmann nos propone una defensa del ecosocialismo como salida a la crisis parafraseando esta frase de Illich para titular su libro: “El socialismo solo puede llegar en bicicleta”.
(3) En el 15-M, encontramos muchos puntos en común con el mayo de 68, empezando por los lemas. Por ejemplo, véase en mi blog “De mayo ’68 al #15-M”.
(4) En particular, podríamos citar el naufragio del Torrey Canyon en marzo de 1967, la marea negra de Santa Bárbara en California en enero de 1969 y la enfermedad de Minamata debida a la contaminación con mercurio en Japón.
(5) A partir de las inauguraciones de las primeras centrales (Zorita en 1968, Garoña en 1971, Vandellós I en 1972), se conforman las primeras respuestas sociales a la imposición de la energía nuclear (véase la Comisión por la defensa de una costa vasca no nuclear o el surgimiento de comités antinucleares, asociaciones de vecinos y ayuntamientos “desnuclearizados” en Cataluña, Valencia, Guadalajara, Burgos, Extremadura, etc.). En 1977 se crea la coordinadora estatal antinuclear que permaneció activa hasta los años 90 y fue reactivada en 2009. Por otra parte, a nivel intelectual, Mario Gaviria firma en 1972 en la revista aragonesa Andalán uno de los artículos que marca el inicio de la lucha antinuclear en España. Las publicacionesTriunfo y Cuadernos para el Diálogo sirvieron también de canal de comunicación a los antinucleares como Pedro Costa Morata, José Manuel Naredo o José Allende.
domingo, 2 de diciembre de 2012
¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI (parte 1)
¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI (parte 1)
In ecología política on 21 noviembre 2012 at 10:04
Publicado en la revista Cuides, nº9, octubre 2012 (1). El artículo completo se irá difundiendo en 8 partes diferentes. Empezamos esta saga de la ecología política con la primera entrega sobre “la génesis ecologista: de la estética a la supervivencia”.
En el mundo entero, el movimiento ecologista reúne a muy diversos movimientos sociales y políticos, como asociaciones, partidos, organizaciones no gubernamentales, plataformas ciudadanas, activistas, etc. Parte de ellos, principalmente los que buscan una transformación de la sociedad o de las instituciones, se refieren a la “ecología política” o “ecologismo político” para definir su ideología común.(2) Mucho se ha debatido acerca de si la ecología política se puede considerar como ideología o si representa un conjunto de valores que, además, se pueden incorporar a —es decir, pueden reverdecer y actualizar— otras ideologías reconocidas y asentadas. En este artículo, siguiendo los pasos de Andrew Dobson, se establece la hipótesis de que se puede describir y evaluar la ecología política como «un conjunto de ideas con respecto al medio ambiente, las cuales pueden ser consideradas propiamente como una ideología: la ideología del ecologismo» (1997: 21).Más concretamente, la ecología política conforma una ideología global que responde a las tres características que plantea Dobson:
En primer lugar, [las ideologías] deben promover una descripción analítica de la sociedad: un mapa compuesto por puntos de referencia que permita a sus usuarios orientarse en el mundo político. Como segunda característica, deben prescribir una forma particular de sociedad empleando creencias acerca de la condición humana que sostiene y reproducen opiniones acerca de la naturaleza de la sociedad prescrita. Finalmente, deben proporcionar un programa de acción política, o mostrar cómo llegar, desde la sociedad en que vivimos actualmente, a la prescrita por la ideología en cuestión. (1997: 23)
En este sentido, a pesar de ser todavía muy desconocida en España, y a menudo reducida a uno de sus componentes como es el ecosocialismo,(3) la ecología política se entiende como un sistema de pensamiento político global y autónomo que responde a unas necesidades históricas concretas. Para analizarla más en profundidad desde este enfoque, exploraremos primero la génesis de la ideología verde, sus cuestionamientos existenciales y sus mitos fundacionales. Segundo, analizaremos más detalladamente lo que hoy llamamos crisis ecológica, es decir el conflicto que opone hoy día la Humanidad y la Naturaleza. Tercero, abordaremos el marco teórico y conceptual de la ecología política para entender sus pautas ideológicas básicas. Allí presentaremos la ecología política como una crítica transformadora de la sociedad productivista y como acción política en busca de sentido y radicalidad democrática. Por último, la ubicaremos en el tablero socio-político, lo que nos permitirá presentar sus grandes orientaciones políticas y estratégicas.
1. La génesis ecologista
En comparación con las ideologías dominantes de los siglos xix y xx, se puede considerar la ecología política como una ideología joven. Como veremos en este apartado, a pesar de una larga trayectoria de movimientos de defensa de la naturaleza desde la primera revolución industrial, el nacimiento del ecologismo como ideología se ubica más bien en la década de los sesenta, con un punto de inflexión fundamental en los acontecimientos de 1968. Porque mientras que los defensores de la naturaleza del siglo xix se quedaron principalmente en consideraciones estéticas sin criticar el trasfondo cultural y estructural de la crisis ecológica que se avecinaba, el ecologismo se interroga sobre el «progresismo», como postulado no criticado y como legitimación, casi tautológica, de la conducta de las sociedades industriales modernas. Al introducir el concepto de supervivencia humana (en condiciones dignas y civilizadas), la ecología política desarrolla un análisis crítico del funcionamiento y de los valores de nuestras sociedades industriales y de la cultura occidental. Para que nazca un conjunto ideológico holístico y coherente, esta crítica del industrialismo y de la modernidad precisa superar la visión romántica de la naturaleza y la cosmovisión cartesiana y determinista. Además, para convertirse en un movimiento aglutinador, necesita unos mitos fundacionales cuyas referencias y valores permitan que las diferentes corrientes de la familia ecologista se sientan identificadas con un sustrato común.
1.1. De la estética a la supervivencia
Las primeras huellas de movimientos organizados en pro de la conservación de la naturaleza se pueden encontrar en la segunda mitad del siglo xix en Inglaterra, y por extensión en todo el Imperio británico. No es de extrañar que la explotación abusiva de la naturaleza por parte de la incipiente industrialización creara entonces un espacio favorable para el desarrollo de las ciencias naturales. Sin embargo, mientras que el movimiento ecologista se caracterizará a partir de los años sesenta por su carácter social transformador, el concepto de protección de la naturaleza hace referencia entonces sobre todo a valores estéticos y románticos.(5) En este sentido, estas reivindicaciones no se vuelcan en contra de la sociedad moderna, de sus valores intrínsecos y de su sustrato industrial. Si excluimos las aportaciones de socialistas minoritarios como John Stuart Mill o William Morris, o la actividad de movimientos “anti-maquinistas” como el ludismo a principios del siglo XIX, las diferentes crisis vividas encuentran respuestas en herramientas socioeconómicas basadas en la búsqueda del crecimiento, la tecnología y el dominio continuo de la naturaleza. Al igual que lo fue el New Deal en Estados Unidos para salir de la Gran Depresión de los años 1930, el fin de la segunda guerra mundial abre las puertas a los Treinta Gloriosos, estas tres décadas posteriores a la II Guerra Mundial (grosso modo de 1945 a 1975) y en las que se edifican los Estados del bienestar occidentales, basados en una visión fordista de la sociedad y una producción y consumo de masa (Viveret, 2002: 17). Enmarcado en una dialéctica desarrollista y una competencia geopolítica a ultranza entre el bloque capitalista y el comunista, esta dinámica se suma a un esfuerzo mundial sin precedentes al servicio de la idea de «progreso». Por ejemplo, en el bloque occidental, Rostow plasma las fases deterministas por las cuales tendría que pasar cualquier economía en su camino del subdesarrollo hacia el desarrollo: a la sociedad tradicional no le queda más remedio que «despegar» para adentrarse en el camino «del progreso hacia la madurez» y entrar por ende en «la era del consumo de masa» (1961).
En este contexto donde la racionalidad económica del Occidente se erige en «creencia cuasi-religiosa» (Grinevald, 1996: 30), la «protección de la naturaleza» se plantea como un ajuste al margen de la ideología dominante que ensalza la modernidad y como una cruzada moral a favor de la estética y la conservación del entorno natural y de la vida salvaje. En torno a los años sesenta, el ecologismo incipiente da un giro coperniano para centrarse en el entorno humano con un tema radicalmente nuevo: la supervivencia de la especie humana. A diferencia de los enfoques conservacionistas, el término supervivencia introduce el sentimiento de crisis, de temporalidad, de debilidad, y la concepción del ser humano como parte integrante de la biosfera. En su obra Primavera silenciosa, considerada como precursora del ecologismo, Rachel Carson plantea que el ser humano está en interacción permanente con su medio ambiente. Utilizando un discurso científico, recuerda que no puede extraerse de él —ni siquiera garantizar una supremacía sobre la naturaleza— sin sufrir las consecuencias inmediatas y a largo plazo (Villalba, 2005). Nicholas Georgescu-Roegen, el padre de la bioeconomía, lo resume de manera aún más cruda y polémica: «Cada vez que producimos un automóvil lo hacemos a costa de una reducción del número de vidas futuras» (1996).
Justamente la bioeconomía ataca las bases de la racionalidad moderna, caracterizada por el papel de la ciencia económica moderna y forjada en el paradigma mecanicista. En otras palabras, la teoría económica sigue viviendo en los principios del siglo xix marcada por la atemporalidad y no ha incorporado la revolución de la termodinámica y de la biología que introducen un concepto central: la irreversibilidad (Georgescu-Roegen, 1996: 352-353).(5) Esto significa que las actividades humanas se desarrollan alimentándose a costa de la disipación «irreversible» de baja entropía, lo cual marca el límite físico de las sociedades industriales. En el terreno ético y ante la crisis ecológica, Xabier Etxeberria apela a distanciarse del «antropocentrismo tecnocrático» —nacido en la edad moderna occidental con el papel destacado de Descartes—, donde la naturaleza es sobre todo el objeto propuesto para nuestro dominio, para nuestro provecho, gracias a la tecnociencia, fuente de la felicidad de los seres humanos (1994: 2). No sólo «el hombre es un lobo para el hombre», sino también para la naturaleza y su biodiversidad, sustrato imprescindible de su reproducción en el corto y largo plazo. Retomando el concepto de Vladimir Vernadsky,(6) el ser humano se ha convertido en una «fuerza geológica planetaria» que, según unos principios intocables de modernidad y progreso, es capaz de provocar su propia extinción, lo que llevaba a Georgescu-Roegen a un pesimismo impactante: «Tal vez el destino del ser humano sea una vida breve, más febril, excitante y extravagante en lugar de una vida larga, vegetativa y monótona» (1996). Frente a estos riegos inherentes a las sociedades desarroolistas, se trata por tanto de superar la dialéctica y oposición clásica entre cultura y naturaleza a través de una «nueva alianza» entre seres humanos y naturaleza, según la cual las sociedades humanas no viven fuera de los ecosistemas sino que pertenecen al mundo natural con el cual mantienen una relación viva, retroactiva y dinámica (Prigogine y Stengers, 1983).
Continuará con la próxima entrega: “1968 y otros mitos fundacionales del ecologismo.”
(1) Se basa en una adaptación y actualización de la publicación Marcellesi, F. (2008):Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, Bilbao, Bakeaz (Cuadernos Bakeaz, 85).
(2) En España, existe otra aceptación del término Ecología política, entendido como el estudio de los conflictos ecológico-distributivos locales o internacionales derivados del acceso de diferentes actores a los recursos naturales y servicios ambientales y a la vez, los derivados de las cargas de la contaminación. Véase por ejemplo autores como Joan Martínez Alier (2005), organizaciones sociales como el Observatorio de la Deuda en la Globalización o la revista Ecología política.
(3) Puesto que es una crítica principalmente no marxista de una superideología productivista, planteo que la ecología política no es reductible o asimilable al ecosocialismo. Sin embargo, tampoco se trata de llegar al otro extremo y negar que la ecología política y el ecosocialismo comparten puntos de encuentro en torno a la crisis ecológica —la lectura del manifiesto ecosocialista de 1989 deja patente la amplitud de acuerdos—. Al contrario, considero que el ecosocialismo comparte suficientes fundamentos antiproductivistas con la ecología política para que se produzca un acercamiento cada vez mayor en torno a la matriz antiproductivista y para que el ecosocialismo se pueda considerar como una corriente interna del ecologismo político, al igual que el ecopacifismo, el ecofeminismo o el medioambientalismo. Para una discusión más en profundidad en torno a esta cuestión, véase el apartado “Ecología política y (eco)socialismo”, pp. 12-13 en Marcellesi, F. (2008): Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde, Bakeaz.
(4) Durante la segunda parte del siglo XIX varios centenares de sociedades de historia natural se dedican a la práctica y contemplación del campo, y se legisla para proteger la estética de los paisajes con la creación por ejemplo de parques naturales en Estados Unidos o en el Imperio británico. El final del siglo xix está marcado también por el fuerte papel desempeñado por la lucha conservacionista contra el maltrato animal y en particular contra las masacres de aves para usar sus plumas en la moda femenina.
(5) Estas observaciones llevan a Georgescu-Roegen a establecer una «cuarta ley de la termodinámica» que afirma que la materia, al igual que la energía, está sujeta a la entropía: «Matter matters too». Según esta ley, la materia también se degrada de manera irreversible y no es totalmente reciclable.
(6) Minerólogo y geoquímico ruso-ucraniano (1863-1945), Vladimir Vernadsky elaboró el concepto de noosfera. También definió la ecología como la ciencia de la biosfera. Véase por ejemplo La biosfera (1997; ed. orig. 1926).
Créditos imagen: hormiga verde.
lunes, 1 de octubre de 2012
FRAUDE, FRAUDE, FRAUDE FISCAL
Conversación captada por nuestra sonda:
Creo que hay una medida que todavía no se ha tomado, por lo menos que yo sepa, si los inspectores fiscales nos informan que el mayor fraude se da en las grandes empresas, hasta un 74%, lo lógico sería pedirles por favor si son tan amables de dejarnos de robar, por lo menos un temporada y si nos amenazan-chantajean con: pérdida de empleos o deslocalización , pues mejor haber si de una vez empezamos a dejar sitio a los empresarios modernos e innovadores como los fabricantes de coches eléctricos o los de nuevos materiales como el grafeno y que seguramente sean mucho más honrados que los de la “mafia” de la CEOE que cada vez que parece que eligen al representante mas chanllurero.
Hay un montón de empresas innovadoras y de futuro que necesitan apoyo y promoción, si este fuese otro país tendrían al gobierno de su lado.
Pero parece que preferimos seguir construyendo chiringuitos y hacer la vista gorda con los de siempre.
Yo creo que ahora hay dos Españas, la moderna, europea, formada, creativa, innovadora y comprometida con el futuro de la sociedad y la que sólo sabe robar, exprimir, anulando cualquier atisbo de progreso que pueda amenazar su posición dominante basada en empresas con ningún valor añadido o simples recaudadoras de servicios.
Se les debería exigir el pago integro de sus contribuciones obligatorias y si amenazan con irse o destruir empleo, pues mejor así dejamos sitio a nuevas empresas con mayor valor añadido.
O eso o dejamos que nos sigan robando y chantajeando hasta que nos hayan exprimido el último euro para luego irse a Dubái a vivir del botín.
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